"En las despensas de la retórica tienen los cocineros de libros cuantas sales, dulces y pimientas son poderosas para abrir las ganas del gusto a los lectores; pero ninguno ha sido tan dichoso que haya hecho una pepitoria generalmente agradecida a todos los labios. Los desabrimientos, sinsabores, acedías y vicios que se encuentran en las lecturas, no nacen de la desazón del que las guisa, sino de la destemplanza del que las prueba. Hay algunos paladares tan abiertos de poros, que con un grano de sal se amostazan tanto, que arrojan los hijados por la boca, y otros tan cerrados de carnadura, que no les pueden sacar una basca todos los terrones de la manglanilla. En un maestro solo no hay humor ni industria para contentar a todas las inclinaciones, genios, edades y naturaleza. El libro alegre es enfadoso a los tristes, el serio a los festivos, el grave a los ligeros, y en un mismo plato no se puede servir una manjar tan oportuno, en que a un mismo tiempo se ceben con apetito la alegría y la tristeza, la pesadez y la agilidad, las risas y las lágrimas , los desenfados y las circunspecciones".
Diego de Torres Villarroel. Juicios, Visiones y Pareceres.
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